Almez de Poblet


CARACTERÍSTICAS

El almez es un árbol que puede alcanzar grandes dimensiones. Tiene la corteza lisa y de color gris, la copa es esférica y las hojas están terminadas en una punta alargada y curvada, con base asimétrica.
Esta especie de hoja caduca tiene tendencia a vaciar interiormente el tronco. Produce unos frutos comestibles y redondos, que primero son verdes, y después amarillos, azules y finalmente negros. Es entonces cuando ya están totalmente maduros.

Usos

La madera del almez, dada su gran flexibilidad, era utilizada antiguamente para la fabricación de herramientas agrícolas. El ramaje se destinaba a la alimentación del ganado, y los frutos, para el consumo humano.

CURIOSIDAD

Según la tradición, los pastores hacían flautas con madera de almez, y se decía que su música espantaba los lobos.

Almez de Poblet

Crece junto al recinto del monasterio de Santa María de Poblet, cerca de la carretera T-700 que va hacia Prades. Seguramente se ha respetado por la sombra que aportaba cuando la gente se desplazaba en carro o a pie. Presenta una gran vitalidad, con un tronco rodeado por una corteza grisácea con pocas estrías. Tiene la copa muy densa de ramas, algunas de las cuales se cruzan entre sí. El almez está situado cerca de la cruz de término del exterior de Poblet, no muy lejos de la Granja Mitjana, originaria de la época romana y lugar donde se instalaron los monjes que, en el siglo XII, llegaron a la zona para fundar el monasterio de Poblet.

Perímetro del tronco a 1.30 m 3.60 m
Perímetro en la base del tronco 5.92 m
Altura 15.90 m
Anchura de la copa 17.27 m

Situación:

Coordenadas GPS  del aparcamiento:
X, Y: 339403, 4582684 (Aparcamiento del monasterio de Poblet)
Lon, Lat: 1º4’45.9190”, 41º22’46.7722”

Coordenadas GPS del árbol: 
X, Y: 339337, 4582703

Acceso a pie:

 

ORNAMENTAL

Dicen de mí que soy un árbol amable, mágico, discreto, acogedor... ¡Tonterías! Nadie sabe que estoy muy cabreado. Se han vertido ríos de tinta sobre mí, sobre nosotros, los almeces. Incluso un sabio me atribuyó estas palabras:
Viajero, escucha:
Soy la tabla de tu cuna,
la madera de tu barca,
la superficie de tu mesa,
la puerta de tu casa.
Soy el mango de tu herramienta,
el bastón de tu vejez.
¡Vamos anda! Y bonitas que son, pero mías no, en todo caso de alguno de mis mayores; no le diré mentiroso porque el sabio era Rabindranath Tagore, Premio Nobel de Literatura, hace más de cien años. De campo, pero ilustrado, yo, y a la literatura y a los sabios les tengo un gran respeto.
Todo muy bonito, pero yo soy el árbol de las horcas, ¡vaya! Y nadie se acuerda. De mi madera salían muchas de las herramientas necesarias para el campesino: los mangos de las azadas, de las hoces, de las hachas, de los picos y martillos, las yuntas para sujetar los animales al carro, los bastones... y sobre todo, sobre todo las horcas. ¡Fíjate tú! De mis ramas y sólo de mis ramas salían las horcas. ¿Que qué son las horcas? Las horcas son unas herramientas con el mango largo terminadas en unas puntas, de dos a seis, también largas que sirven, servían, para aventar. ¿Aventar? Sí, para separar el grano de la paja, una vez batido el sembrado. ¿Tampoco sabéis qué es la batida? ¡Caramba! ¿Cómo habéis podido olvidar un trabajo tan importante para el hombre?

Hace ocho mil años que se cultiva el trigo y, hasta hace poco, siempre se había aventado con las horcas. Ahora, las horcas han pasado a mejor vida, ornamental, creo que la llaman. Pues para que lo sepáis, de mí aún se ha obtenido otro uso más importante para la humanidad. Mis ramas también servían para hacer los aros de las ruedas. ¡Hay que ver! ¡La rueda sí que fue un invento de los gordos! Es más joven que el trigo, sólo tiene unos cinco mil quinientos años, pero no habríamos llegado hasta aquí si alguien un día no hubiera visto que mis ramas se dejaban doblar tan bien. A mí la rueda, el carro y la mula me parecen un gran adelanto, pero ¡caray! Los hay que no están nunca contentos. Se ve que la rueda hacía demasiado poco ruido, no olía, no rodaba lo bastante deprisa. ¡Y van y inventan el motor! Tan útil y necesario como yo era, ¡Me la han jugado! Ahora ni horcas, ni ruedas, ni hoces, ni hachas, ni picos, ni yuntas.
No basta con haberme quedado como algo ornamental; ahora además tengo que soportar ese ruido infernal de uno de sus beneficiados, el coche. Los coches del mundo entero pasan por aquí: de Poblet a Prades, de Poblet a Vimbodí, de Riudabella a Poblet, de Prades a Poblet, de Poblet a Castellfollit... Cada día los tengo que oír como roncan, arriba y abajo, ahora te veo, ahora ya no, con ese hedor de gasolina que me enciende la sangre y aquellos chasquidos que son como un castigo. ¡Y es que de un tiempo a esta parte, el progreso ha dejado de interesarme!

 
 
Teresa Duch, Escritora