Cedro de El Jardí dels Salesians


CARACTERÍSTICAS

El cedro es un árbol de hoja perenne, corteza grisácea, tronco robusto y forma piramidal. Las ramas nacen del tronco horizontalmente, con el extremo inclinado hacia el suelo. Para diferenciar este árbol de un pino, hay que fijarse en las hojas: en el pino se agrupan por parejas, y en el cedro lo hacen de una en una, o en pequeños grupos. Las piñas de esta especie son lisas y redondeadas, y contienen semillas con un ala membranosa que favorece que, en la madurez, sean dispersadas por el viento.

Usos

La madera de cedro se utiliza para hacer aceites esenciales y también para incienso.

CURIOSIDAD

Dadas sus propiedades, el aceite esencial de cedro puede ser aplicado en animales como repelente de insectos.

Cedro de El Jardí dels Salesians

Supera los 30 metros de altura. Presenta un buen estado de conservación, y sólo tiene secos los extremos apicales de algunas ramas. En él se observan las cicatrices de ramas cortadas tras ser dañadas por el viento, lo que provoca un cierto desequilibrio en la forma de la copa. 
Se sitúa en la entrada al recinto del monasterio de Poblet, junto a otras especies vegetales, dentro de un jardín privado en el recinto de los Salesianos, gestionado por esta congregación religiosa. Junto a este cedro existió otro aún mayor, que fue arrancado de raíz durante el fuerte vendaval del 24 de enero de 2009.

Perímetro del tronco a 1.30 m 4.64 m
Perímetro en la base del tronco 6.58 m
Altura 32.00 m
Anchura de la copa 20.60 m

Situación:

Coordenadas GPS  del aparcamiento:
X, Y: 339403, 4582684 (Aparcamiento del monasterio de Poblet)
Lon, Lat: 1º4’45.9190”, 41º22’46.7722”

Coordenadas GPS del árbol: 
X, Y: 339434, 4582815

Acceso a pie:

 

EL CEDRO Y LA ROSA

El cedro se enamoró de la rosa. Él tenía doscientos años, ella sólo dos días. El cedro, a la rosa, con su mirada a cámara lenta y lente de aumento, no dejaba de contemplarla noche y día, día y noche; soñaba despierto, tomarla suavemente en una rama y ascenderla hasta su cima para enseñarle el mundo, para enseñarla al mundo. La rosa, al cedro ni siquiera lo percibía; ¡mirad si era pequeño, el suyo!
Los días de la rosa pasaron, el esplendor, la gracia, el encanto, y el cedro vio consternado como sus pétalos se marchitaban, primero uno a uno y luego todos. Finalmente, una insignificante bocanada de viento la tumbó.
No había visto nunca tan abatido al cedro. Alicaído, triste y melancólico no levantaba cabeza y nada le consolaba. Todo lo que antes le había llenado de vida en nuestro Jardí dels Salesians había perdido valor para él. Con discreción moví mis ramas de saúco para poder tocar las suyas; sólo era un arbusto, yo, y más joven, pero sabía algo que quizás el cedro aún no había tenido que comprobar: que los males de amor siempre han sido difíciles de sanar. El cedro, desde las alturas, me miró y prestó atención.
-Habrá otras, Cedro.
Y añadí, aún dolorido por mi último desengaño.
-Y no te obsesiones, todas son iguales.

El cedro tardó años en recuperarse. Sólo después de haber pasado tanto tiempo quiso observar de nuevo a las rosas. El rosal de su rosa había muerto y tuvo que otear lejos para encontrar otro. Aunque no tanto. Lo descubrió en el otro extremo del jardín, y antes de ver al rosal, atisbó las rosas. Unos cuantos años más observando a las rosas y yo ya veía que el cedro volvía a ser el de siempre - ¿tal vez de nuevo enamorado? - Una tarde, el cedro posó su rama más baja sobre la mía más alta y me dijo:
-Tenías razón, Saúco, todas son iguales. Éstas, todas son iguales, pero ninguna es igual a la mía.

 
 
Teresa Duch, Escritora